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Grant Ryan podría ser el nombre de un espía letárgico que tiene como tapadera una lucrativa actividad en el negocio del aceite de maíz. Pero no es así. Realmente es un inventor procedente de Nueva Zelanda que ha presentado en la Eurobike de Alemania (feria continental sobre las novedades en el mundo de la bicicleta) un ingenio que pretende agilizar los desplazamientos urbanos de un modo sostenible. Se llama YikeBike y es una suerte de minicicleta de diseño austero impulsada por un motor eléctrico.

La YikeBike se rie de los diseños habituales de bicicleta y recompone el puzzle de su ingeniería situando al piloto en una postura más verticalizada y llevando los controles del vehículo con un manillar situado a la altura de la cadera. El esfuerzo en la YikeBike está más orientado a no pegarse un jardazo que a pedalear, ya que la tracción de este ingenio corre de la cuenta de un motor eléctrico que garantiza una punta de 20 kilómetros por hora y una autonomía de media hora de recorrido.

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La idea de Grant Ryan ha sido construir un artefacto ligero (la YikeBike no llega a los diez kilos de peso) que el usuario pueda llevar consigo en trayectos que no pueda cubrir a lomos de este invento (en trenes de cercanías o autobuses, por poner un ejemplo). Así pues, YikeBike se podría convertir, o al menos esa es su vocación, en una alternativa ecológica para los ciclistas más vaguetes… y adinerados.

Y sacamos el desagradable asunto del dinero (desagradable cuando no se tiene, se entiende) porque ha llegado la hora de hablar de su precio. Grant Ryan, que no es tonto, ha calculado que la comercialización de YikeBike bien merece un ingreso de entre 3600 y 3900 euros por unidad. Huelga decir que a priori esta cantidad se sale del gráfico de estimación por un artilugio como YikeBike, aunque viendo el vídeo promocional no faltan ganas de, por lo menos, dar una vuelta de prueba sobre el invento de Ryan.

Vía: El País