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La Sociedad General de Autores de España (SGAE) no goza de una buena fama entre los ciudadanos de a pie, ni tampoco entre los comerciantes de muy diversos ramos. Se la tacha de afán recaudatorio. Y es que la SGAE es una de las ocho entidades gestoras de propiedad intelectual que existen en nuestro país. Sin embargo, es la que más recauda; se queda con más del setenta por ciento del pastel.

La SGAE cuenta con 94.000 asociados, entre los que hay directores de cine, guionistas, compositores, escritores dramáticos, libretistas, coreógrafos, mimos, editores musicales y herederos de autores fallecidos. Entre otras actividades, la SGAE se encarga de cobrar el denominado canon digital, o compensación por copia privada. En este campo, es la entidad gestora que ingresa dinero por más conceptos. De hecho, se lleva un porcentaje de cada  disco, de cada reproductor MP3, de cada teléfono móvil, de cada ordenador y de cada CD vírgen que se vende en nuestro país, entre otros muchos productos de uso habitual. Y eso no lo paga la tienda, sino el pobre consumidor. Por obligación. Y lo ingresa sin rendir cuentas ante nadie. Con el beneplácito de todos los gobiernos y colores políticos que han gobernado este país. Motivos que la convierten en finalista al Fiasco del año de los premios digital01 .

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También la SGAE se ocupa de cobrar a todo tipo de establecimientos que pongan música o la televisión, como por ejemplo bares o tiendas. O incluso autobuses, peluquerías o cualquier oficina que use la música en espera en su centralita. Para asegurarse de que nadie deja de pagar, es común la estrategia de enviar inspectores de incógnito. Tras esas visitas, los abogados de la SGAE elaboran los documentos de solicitud de un donativo obligatorio a los propietarios de esos locales. Si el pago no se satisface pacíficamente, al final el asunto termina en los tribunales.

Pero el largo brazo de la SGAE llega igualmente a otros lugares, como las celebraciones familiares de bodas. Allí también acuden los inspectores camuflados de la SGAE, para valorar la situación. El resultado es una reclamación de dinero que acaba amargando el día a los contrayentes.

A muchos les disgustan los modos de la SGAE a la hora de realizar su labor, e incluso algunos llegan a cuestionar el modo de reparto de los importes recaudados entre sus propios afiliados. En la práctica, de cada cien euros recaudados por la SGAE, dieciséis  euros se evaporan en gastos de administración y gestión, según datos del Ministerio de Administraciones Públicas; además, sólo el 37 por ciento de sus afiliados acaban siendo beneficiarios de algún reparto de dinero. Son sólo algunos de los datos que justifican, con bastante peso, el ser finalista al Fiasco del año.