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Los productos de Apple, como el iPod Nano, son el mejor ejemplo de cómo funciona la electrónica de consumo actual. Son cacharros muy interesantes, plagados de prestaciones novedosas, aunque a veces se diferencian en pocos aspectos del modelo anterior, sobre todo en la forma y en algunos colores. Pero son lo último. La novedad. Están de moda. Son caros, y en lo más profundo de sus genes llevan inscrito un código de muerte. En el iPod Nano es una batería recargable que solamente aguanta 300 ciclos de carga, que, con un uso diario, representa una vida de un año o apenas año y medio.

Lo peor no es eso. Lo peor llega cuando el usuario pretende cambiar la batería inservible. Si se le ocurre desmontar un aparato de menos de dos años, habrá violado la garantía. Y si tiene la desgracia de que la batería, o el aparato casquen tras los dos años preceptivos, tendrá que llevarlo al servicio técnico para reparar. La pila recargable viene a costar unos 20 euros, pero la mano de obra pone la factura en más de 70 euros. Apple no es el único.

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Algunos fabricantes de pequeña electrónica de consumo están adquiriendo malas costumbres. Venden productos creados para durar poco, y cuando el usuario tiene la osadía de intentar que lo reparen, o le torean, o le mandan a un servicio técnico donde entre piezas y mano de obra la factura se pone en un pico. Incluso sustituyen el aparato por otro funcionando, a precio fijo, independientemente de la avería. En casi ningún caso le venden las piezas necesarias para que él mismo pueda hacer la reparación a bajo precio. Y eso es lo que ha conseguido sublevar a los consumidores.

Se trata del Manifiesto por una electrónica reparable. Empezó como una idea fomentada por un sitio web que se dedica a vender piezas y repuestos para que los usuarios puedan reparar esos cacharros que la industria ha fabricado para que los cambiemos a los seis meses. El boca a boca acaba de convertir ese Manifiesto en un himno para los consumidores. Se trata de fomentar la compra de productos de aquellas marcas que permitan un fácil acceso al interior de los aparatos para repararlos de forma económica. Que también pongan al alcance de los usuarios las piezas correspondientes, y que no intenten meter en la cárcel a aquellos clientes que modifiquen el software o el hardware de los aparatos, como pasa con los usuarios de las videoconsolas. Este Manifiesto a favor de una electrónica reparable incluye una carta de derechos de los consumidores.